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lunes, 31 de diciembre de 2012

El principio de un fin y el comienzo de un lejano final. Bienvenido 2013.


Cuan líquido es el tiempo, o la concepción abstracta que el ser humano ha creado, tan frágil, tan intocable, tan literalmente instantáneo.

Son 365 días, de 24 contantes y sonantes horas, todo un año transcurre impregnándose de memorias, excelentes ratos, difíciles despedidas, duras caídas; en fin se llena de vida. El tiempo, constituye un aspecto en común en todo ser humano y alma que gravita en la tierra: la obsesión por controlar su inexorable marcha.

Cuántas distintas maneras ha derrochado la imaginación para "controlar" lo inevitable. Desde tratar de encerrar cada segundo, anunciado por un característico tic-tac, en un reloj carísimo que luce en la muñeca de alguien y además, hace una especia de rima visual con el resto de la vestimenta del portador; hasta crear cremas que borran las líneas de los rostros, líneas que son testigos irrefutables de las veces que nuestra imagen se ha acomodado para expresar desde la máxima felicidad, dibujando una comillas en una cita muda, pero lo expresiva de la sonrisa, hasta las ocasiones que hemos tenido que luchar contra la infinita tristeza que se nos escapa por los ojos.

Es así, tan irónico como el tiempo, en teoría no existe, nadie lo ha visto en sí, pero somos esclavos de él y de los rastros que deja.

En un simple minuto se puede vivir lo más extremo, lo más irrelevante. Bastan unos segundos para despedirse de éste mundo, para que nuestro cerebro libere las dosis en las sutancias correctas paraque logremos sentir el amor, para vivir el más cruel desastre y, tan sólo basta el cambio de las manecillas del 11:59 a 12:00 para saber que un nuevo año comienza y que la significancia de ésto radica en que la mayoría de los mortales, depositan su fé, sus esperanzas, aspiraciones y mejores deseos en éste nuevo comienzo, en tres simples palabras: una nueva oportunidad.

Es típico, inevitable e incluso molesto, en algunas ocasiones, que éstas épocas decembrinas traen a muchos nostalgia y profunda reflexión (tenemos complejo de contador o administrador) ya que es el momento, hacer un corte y un balance sobre lo que aprendimos y aprehendimos.

Personalmente creo que es lo más sano y necesario, y no puedo evitar hacer éste tipo de balances desde mi perspectiva sociológica.

El mismo paso del tiempo ha repercutido en el desarrollo de la sociedad en general, y de sus formas de relacionarse. Son causas de ésto: la tecnología, las nuevas formas de socialización e interacción, los nuevos estilos de vida, nuevas necesidades y demandas y en general, un mundo más materializado y banalizado. Es decir, dar y recibir regalos, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha tenido un significado de agradecimiento, lo que se ha ido transformando son los significados y significantes (en terminología muy al estilo de F. Saussure). Previo al boom de la tecnología e internet, lo común era regalar un objeto material, el cuál tiende a tener mucho mayor valor de significancia cuando se invierte una mayor cantidad de dinero en él. Mucho antes de la tecnología virtual y digital, los regalos implicaban una elaboración de quién regalaba, la significancia de éstos podía derivar de cuán complejo fuese el regalo, de la belleza que proyectará o el trabajo manual que estuviera detrás de la creación. Para visualizar mejor esto, imagínen regalar un anillo con un diamante que se value en millones de dólares a un simple anillo; es más fácil que se cree un vínculo más intrínseco entre lo que tiene mayor valor monetario a aquello que tenga un valor sentimental.

Mi punto es que, la sociedad en general, tiende a relegar a segundo plano de significancia (o importancia) lo que está determinado por un valor sentimental. Aprender que en realidad el aspecto sentimental es mucho más sincero, es un reto.

Sin pretender caer en clichés de tipo marxistas, es una verdad irrefutable que, en la actualidad es muy difícil aprender a valorar los pequeños detalles. En éste mundo capitalizado hasta las pestañas y globalizado hasta el último rincón, es casi épico que se reciba una carta como regalo y agradecimiento, y mucho mayor aún, que se regale una carta.

¿Qué elige la psyche humana o la cómodidad práctica? Por supuesto implica mucho menos tiempo y creatividad comprar una botella de un buen whiskey  y adornarla con un moño que escribir una carta dónde le cuentes a esa persona todo lo bueno que ha traído a tu vida. Por supuesto, existe la posibilidad de que a quién le vas a regalar aprecie mucho más, una botella de un buen escocés que, una carta.

No es mi intensión decir que, toda la gente que habita el planeta y converge a nuestro al rededor es así, pero sin duda creo que es, prácticamente una cualidad humana invaluable, que el humano sepa apreciar más, algo que sale directo del alma a algo que sale directamente de tu billetera.

El tiempo y lo material de la vida, son una constante de la rutina humana, de la misma manera son enormes vendas que impiden ver lo que existe más allá de la obsesión que nos generan, son una enorme barda entre el límite de la infinita inconformidad por la falta de tiempo o la falta de lo material y el límite de la plenitud y el hecho de alcanzar no la conformidad con lo que tenemos, sino la simple paz espiritual.

Perdón si algún día te regalo algo que salió directo de mi alma y tu esperabas algo que mi magra billetera pagará, pero soy un ser humano que cree que vale más que te escriba en una buena rima, todo lo que haz significado en mi vida.